El individualismo, es una forma de actuar
o de ser que en este momento se puede observar en todas las personas, al mirar
alrededor en cada ambiente, desde la misma familia, hasta cada una de las
relaciones personales se puede notar una característica común.
En este sentido, los seres humanos se encuentran siempre en la búsqueda de su propia identidad, de algo que lo distinga, en cierta forma de los que rodean. Ahora bien, para encontrarla, la mayoría de las personas se encierra en sí misma pensando solo en sus cosas. No se dan cuenta que para encontrarse así misma hay que verse en el otro, sin el otro nunca se puede ver o distinguir; así como tampoco se podrá dar cuenta de la falta de originalidad que tiene.
En este sentido, los seres humanos se encuentran siempre en la búsqueda de su propia identidad, de algo que lo distinga, en cierta forma de los que rodean. Ahora bien, para encontrarla, la mayoría de las personas se encierra en sí misma pensando solo en sus cosas. No se dan cuenta que para encontrarse así misma hay que verse en el otro, sin el otro nunca se puede ver o distinguir; así como tampoco se podrá dar cuenta de la falta de originalidad que tiene.
Resulta oportuno destacar que
el hombre postmoderno comienza a sumergirse en una esfera potencialmente
relativista influenciado directamente por la pérdida de los modelos modernistas.
Para la sociedad de esta época según Gervilla (2009), “Todo fluye y nada
permanece, lo nuevo rápidamente se hace viejo” (p.18). La interfase entre
modernidad y postmodernidad, se enmarca en un rechazo a los valores, creencias
y comportamientos morales, combinado esto, con una incertidumbre respecto al
futuro. Ahora bien, con la postmodernidad se toma conciencia de la complejidad
del ser humano y de la sociedad, de que no está todo estructurado, de que no
existe un punto de vista único, ni un elemento clave para comprender y explicar
la realidad. De hecho, la fragmentación y el pluralismo son el destino
insuperable del hombre de hoy como reacción a épocas unificadoras pasadas. Este
período es por sobre todo una búsqueda, a través de la cual, el hombre intenta
estructurar un nuevo orden social desligándose de los fallidos sistemas
anteriores y trazando nuevos estilos y usanzas para justificar su propia
presencia al interior de la comunidad. Para encontrar este equilibrio, el
postmodernista decide romper con el pasado y salir al encuentro de un nuevo
futuro.
Está claro, que
la postmodernidad es la fase a un nuevo tipo de sociedad que impera en la
actualidad y que consolida el individualismo exacerbado, esta persona comienza
a centrar su mundo dentro de sí mismo y a encontrar las claves del nuevo rumbo
al interior de sus deseos; a dedicarse a la satisfacción de sus propios
placeres, a buscar cada cual a su manera, la felicidad, lo agradable, lo bello
y lo placentero. Este hombre postmoderno, descubre la multiplicación de
horizontes, la riqueza de lo contingente, la deshistorización de la
experiencia; así pues, los gustos comienzan a diversificarse y, el mercado, a
intentar satisfacer las necesidades más variadas de estos potenciales
compradores. De allí que, al final del siglo XX da origen a un nuevo tipo de
sociedad, que se trastoca en una cultura del hedonismo, de vivir el hoy por hoy
y hacer a un lado deberes y complejos antes instaurados.
Los nuevos valores serán aquellos
que concedan placeres inmediatos y los comportamientos estarán determinados por
la accesibilidad a ellos. En este sentido, la sociedad actual se envuelve de
una mansedumbre expectante y cómoda; de allí que, en las ciudades el locus
posmoderno por excelencia se ha pasado de lo económico y funcional a lo
cultural y estético, y todo, absolutamente todo de lo intelectual hasta lo
artístico está sometido al mercado. De la fábrica se ha pasado a la tienda, del
trabajo al consumo, del placer como enemigo de la laboriosidad capitalista al
placer como valor y la seducción como instrumento de control e integración
social.
Eybelmar Angulo R.
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